Cuando el Amor y la Muerte se Cruzan



En este mundo, los seres humanos solo tenemos seguras dos cosas en la vida.

La primera es la muerte. Tarde o temprano, a todos nos llega el día y la hora, y lo mejor que puedes hacer es vivir un día a la vez: estudia, trabaja, descansa, enamórate, sueña, ilusiónate, ten metas en la vida y, sobre todo, diviértete. Haz que cada día de tu vida valga la pena.

La segunda es que, tarde o temprano, alguien llegará a tu vida y transformará por completo tu universo, iluminándolo con su presencia.

Él es Gabriel. Siempre había sido un hombre solitario, un amante de la rutina y el silencio. Cada mañana despertaba a la misma hora, tomaba su café sin azúcar y caminaba por las mismas calles rumbo al trabajo.

Hasta que conoció a lucia Fernanda.

Lucía era una tormenta en su mundo de calma, un huracán de risas y miradas. La conoció un día mientras caminaba hacia su trabajo. En ese instante, Gabriel sintió que su vida estaba a punto de cambiar. Y le dio miedo. Pero se arriesgó.

Los días se trasformaron. Donde antes solo había silencio, ahora había conversaciones interminables.

Donde antes había pasos rutinarios hacia el trabajo, ahora cada calle era el mejor pretexto para alargar el trayecto, y poder robarle minutos al tiempo.

Lucía le mostró que la vida no tenía que ser una rutina, sino un cúmulo de momentos que valieran la pena. Le enseñó a bailar bajo la lluvia, a reír sin motivos y a besar como si cada beso fuera el último.

El destino es un niño malcriado y caprichoso. Y decidió que la historia de Gabriel y Luci no fuera eterna.

La enfermedad llegó sin previo aviso. Los hospitales no se daban abasto para atender a tantos pacientes y no tenían una vacuna efectiva.

Los pulmones de Lucifer se llenaban de líquido poco a poco, y su vida se apagaba lentamente. Aunque el dolor era insoportable, Gabriel entendió que su vida jamás volvería a ser la misma.

Porque había amado con cada latido de su alma.
Había reído con la pureza de un niño.
Y había vivido sin miedo.

El día que la muerte llegó por Lucia, Gabriel la miró fijamente y, entre lágrimas, le sonrió. Porque, aunque la despedida le doliera hasta el alma, sabía que Lucifer le había cambiado la vida. Le había mostrado un mundo diferente y esos recuerdos, ese amor tan puro, ni siquiera la muerte se lo podría arrebatar.

Y, a pesar de que Lucifer le enseñó muchas cosas…
Lo único que nunca le enseñó fue a vivir sin ella.




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