El Sabor de la Traición
Imagina por un segundo que estás en un pueblo donde la tecnología no ha causado muchos estragos; un lugar donde la vida aún se mide en momentos y no en pantallas.
Las tardes de los niños transcurren entre risas y partidos de fútbol; juegan con un balón viejo, relleno de envolturas de refresco para que no pierda el aire.
Mientras ellos se divierten, las señoras se distraen con la lotería; los chistes y el chisme nunca han de faltar.
Pero cuando los últimos rayos del sol se ocultan tras los árboles y la oscuridad se arrastra por las calles del pueblo… todo cambia.
Ella es Eva; lleva diez años de casada, es inteligente, bonita, tierna y romántica. Lo tenía todo en la vida; jamás se había quedado con las ganas de un antojo o un capricho. ¿Trabajar? ¿Eso qué es? Su esposo la complacía en todo.
Él es Adán; un hombre manipulador, sin corazón, experto en mentir y engañar. Solo le interesa saciar su pasión y sus instintos más salvajes.
Si no le abres la puerta a alguien, jamás podrá entrar en tu vida…
Pero Eva no solo permitió que Adán entrara en su vida; le abrió su corazón, le permitió habitar en su mente y le entregó su cuerpo.
Cuando Adán sació todos sus deseos, dejó a Eva atrás; como quien tira la envoltura de un dulce tras haber disfrutado su sabor.
Meses después, el esposo de Eva descubrió la traición; y cuando la verdad se revela, el amor no se apaga de golpe… se consume lentamente, como una vela que arde en la penumbra, hasta que solo queda la cera derretida de lo que un día fue.
De Adán nunca se volvió a saber nada. ¿Y de Eva?
Pues Eva nunca estuvo enamorada de su esposo… solo le gustaba la vida de lujos que él le podía dar.
El amor de una mujer siempre será condicionado.
Su esposo se olvidó de sí mismo por amarla a ella.
O al menos eso es lo que todos creen…
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